Siempre
está allí. Todos los días se la puede ver en el autobús. Sentada, de pie, junto
a la puerta… Da igual cómo esté, ella siempre lleva un libro. Él la observa
desde hace dos meses y ya ha perdido la cuenta de cuántos libros ha leído ella
desde entonces.
En
el autobús cada persona tiene su entretenimiento: escuchar música, leer
periódicos, conversar… Para él, ella es su pasatiempo. Con discreción, la
observa. Le encanta contemplar sus gestos cuando lee. Para ella, lo importante
allí son sus libros; para él, ella es el libro que más le gusta leer y releer.
Jamás
han hablado. A veces siente el impulso de acercarse, pero luego se da cuenta
que ella, su lectura favorita, ya es perfecta así. Él sabe que los mejores
libros son los que se disfrutan sin cuestionar cada palabra, los que te
embarcan en un viaje en el que tú decides el paisaje. Él prefiere seguir
disfrutando de esa perfección imaginaria. Así que, mientras pueda, seguirá
leyéndola, deleitándose con cada gesto en silencio y deseando que ese viaje no
termine jamás.
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